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lunes, 8 de abril de 2013

Tres perros

Me miraba con mirada amenazadora. Tras mis pasos andaba ese perro negro. Yo iba volviendo la cabeza temeroso de que me mordiese en la pantorrilla aprovechando un despiste. Cruzando el puente, ese perro seguía a mi espalda hasta que me aparté a un lado a  mirar el río y el continuó su camino, aparentemente tan temeroso de mí como yo de él.

Pero por la noche vino otro perro a visitarme, un pastor alemán con ganas de morderme, seguramente en el cuello. Si el primero me temía, este tenía la intención clara de ver mi sangre fluir y lamerla mientras se perdiese por la carótida formando río de hierro y muerte. Afortunadamente pude huir de él al abrir la ventana de la realidad y dejar que el sol de la conciencia iluminase, aún en una suave penumbra, la habitación que aloja mi cerebro.

Aún vino a visitarme un tercer perro que hablaba y contaba y quería ya viejo marchar al cielo de los perros, dejar libre a su amo bien amado que tanto le cuidó y al que tanto quiso.


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